Uno de mis mayores referentes en la psicología es Guillermo Borja, Sus escritos revelan la capacidad de cura que tiene la honestidad, transparencia y la autenticidad dentro del proceso terapéutico, dentro de la relación terapéutica y en consecuencia en el en resto de relaciones, especialmente en la relación con Uno Mismo. Les dejo un bonito extracto de su libro "La locura, lo cura" de la Editorial la Llave.
"La
autenticidad es no cambiar lo que uno es y acotar lo que uno tiene. Es
la capacidad de manifestarse tal y como se es, sin ocultamientos. Lo
auténtico es y tiene valor.
La autenticidad no es tratar de ser mejor. Esto es sentido del deber, es una obligación, es una orden, una fachada.
La verdadera autenticidad es mostrarse, sin juicio, sin temor a ser descalificado.
Para
poder alcanzar esto uno tiene que trabajar mucho, como paciente, no
como terapeuta. Porque no se trata solo de mostrarse. Así cualquier
descarado sería un ser auténtico. No hay que confundir y creer que se
debe mostrar la verdad hasta el escándalo. Quienes dicen esto están
menos interesados en lo primero que en lo segundo. Hay que decir la
verdad sin escandalizar.
No puedo
hacerle creer a mi paciente algo que yo no creo. Si yo no conozco un
proceso, si yo no lo he hecho estoy cometiendo un fraude contra el
paciente. El terapeuta se avergüenza de mostrarse humano, conflictivo,
irresuelto, desvalorado, edipiento, bisexual, homosexual, heterosexual o
con el problema que sea. Tiene terror de ser persona frente al
paciente....
La verdadera preocupación y responsabilidad del terapeuta es hacer bien su trabajo.
Es
importante decir: vamos a trabajar. Porque es un trabajo, un esfuerzo,
una tensión. Debe haber una continuidad y una conciencia de que los
trabajos quitan espacio, quitan distracciones. El trabajo es esfuerzo
constante y capacidad de vivir cada instante con conciencia.
Hasta
que esto se convierta en un estilo de vida y esa te permita vivir bien.
Hay ciertas deformaciones en los terapeutas que les impide dejar que
los pacientes toquen fondo. Se intenta no conflictuar más al paciente y
sacarlo de su sufrimiento. Esto es muy negativo. Hay que tocar fondo.
Hay que ir hacia el lugar de donde quiere huir. Y la única forma de
tocar fondo es sucumbiendo a las tentaciones. No se pueden superar los
obstáculos huyendo de ellos o negándolos. Hay que sucumbir al miedo y a
lo que consideramos malo. Hay que volvernos malos, mas enfermos. Tenemos
que meternos al pantano.
Hacemos
muy poco trabajo de calvario con conciencia. No es que no hayamos
sufrido en la vida, pero lo hemos hecho de manera inconsciente y por eso
no hemos obtenido resultado. Toda esta problemática es una proyección
del terapeuta, de los conflictos que no tiene resueltos, pues se ha
dedicado y se ha distraído en la sintomatología e interpretación de sus
propias conductas, pero no se ha involucrado con lo que hay detrás.
Hay
que ir al fondo del océano, hay que ahogarse y no andar con flotadores.
Hay que aprender a confiar en la tempestad. Hay que hundirse, flotar,
ahogarse y salir. Hay que renunciar a la salida mientras no se haya
llegado al fondo. Sino no se resuelve nada. Hablo de resolver, no de
cambiar conductas. Es necesario llegar al núcleo, a la esencia del
conflicto, para poder conocer y elegir con libertad.
Entender
no es mas que enmascarar el problema, racionalizándolo. Hay que
revivenciar el origen del conflicto, regresar al pecado original. La
vivencia tiene un contenido mas profundo, es la experiencia de revivir
de volver a abrir y de quitar toda la piel. Es un quedarse con la verdad
que hay ahí, no con la interpretación mental. La solución está en la
experiencia misma, en jugar al riesgo de profundizar en uno mismo. El
pensamiento no resuelve, porque el problema no se originó con un
pensamiento, sino con una experiencia, con una vivencia, con una palabra
o con el impacto de una presencia que nos marcó. Lo mas importante es
la impecabilidad, poder estar abierto y presente en el instante, suceda
lo que suceda, tanto si es placentero como si es adverso.
Hay
terapeutas que se vuelven maniáticos de los cursos, para mejorar sus
defensas. No niego la importancia de los conocimientos. Me refiero a
aquellos que se paralizan si no van al curso, que esconden su poco
desarrollo personal en la adquisición de mas y mas información. Pero la
base de todo es el desarrollo como persona. Si uno no tiene un mínimo de
diez años en ese camino, va a deformar cualquier técnica que reciba.
Las técnicas han sido desarrolladas por quienes han culminado un
desarrollo personal. Un terapeuta que no haya avanzado en ese camino
cuanto mas se entrene: peor. Terminará subdesarrollándose: poco
crecimiento interior y megalomanía de desarrollo exterior. El
crecimiento tiene que ser simultáneo, coherente. Sino las técnicas van a
ser asimiladas de forma mecánica. La técnica es insensible, lo que
vivifica es el desarrollo personal del terapeuta. La técnica funciona si
el terapeuta está plenamente vivo. Ahí tienen éxito las técnicas,
porque el terapeuta las ha aplicado primero en él mismo, las ha
vivenciado y ha tenido una experiencia que trasciende lo mental, lo
emocional.
Repito: un terapeuta
sin trabajo personal es un robot, un enfermo mas, alguien que va a
llevar a nada al paciente. La base de una teoría, de una técnica, de una
escuela, es la experiencia.
Hay
momentos en que es necesario descender al pozo oscuro, a lo indeseado, a
lo temido, al odio. Teniendo presente que un proceso terapéutico
consiste en revisar toda la historia del
paciente, tenemos que enfrentarnos al odio no tratado, no visto, no reconocido, y por tal, no aceptado.
Es
muy fácil transferenciar en forma positiva, hablarle bonito al
paciente: es mas fácil no contradecirlo y darle cuerda, seducirlo mas
que conflictuarlo. Pero el paciente tiene que pasar por el conflicto,
aunque jamás quiere entrar ahí. Porque si las figuras que tuvo en esa
posición, le fueron amenazantes, es obvio que su única relación positiva
será con el terapeuta. Hay que trabajar sin la amenaza, sin decir nada,
sin convencer al paciente argumentando que toda persona tiene que
entrar en un proceso de transferencia negativa. Porque eso es una
seducción.
Nadie puede entrar en
ese proceso con lógica, siendo razonable, puntual y justo. Uno tiene que
ser injusto con el paciente, no por maldad, sino para procurar el
contacto con el odio. Si quiero trabajar la transferencia negativa tengo
que buscar y provocar situaciones de crisis. Pero no una crisis
planeada, basada en una estrategia terapéutica, que terminará
fracasando. Hay que llegar desde la forma de ser del terapeuta, desde el
desquiciamiento mismo del terapeuta.
Si
esto se logra, el riesgo es quedarse sin el paciente. Lo cual es una
gran amenaza, junto con ser odiado y que se hable mal de él. Esto es una
mala propaganda, es echarnos enemigos de antemano. La reputación, la
imagen se deteriora. Así son muy pocos los terapeutas que quieren
trabajar la transferencia negativa. Simplemente ellos no la tiene
resuelta. Resolver no es
hacer ejercicios de abandono, es vivenciar la amenaza de la pérdida total del objeto amado.
Para
que haya una buena transferencia negativa es necesario partir en la
honestidad en lo que siento. En este tipo de trabajo: la verdad es la
terapia.
Si el paciente está
inmóvil, en proceso de demanda pasiva, yo tengo que sacudirlo y
abofetearlo. Lo digo en sentido real y no figurado. Tengo que entrar en
situaciones que la psicología tradicional considera humillantes. No es
posible llegar al odio con simples ejercicios.
Trabajar
la transferencia negativa es atravesar el miedo, perder lo amado. Aquí
no hay un perdedor sino dos, la amenaza es por partida doble......
Cuando
se da una transferencia negativa, se puede estar dando una
contratransferencia negativa inconsciente por parte del terapeuta. ¿Cómo
es posible que un paciente así me ponga en crisis?. Simplemente el
paciente le recuerda su problemática irresuelta, cada vez que
se
le acerca de una forma determinada. Entonces entre menor sea el nivel
de resolución, mayor será el alejamiento. No es fácil entrar en lo
obvio, entrar en la pérdida. A mí, lo único que me ha servido, en estos
casos, es ser honesto y actuar con libertad, libre de resentimiento,
porque no es una estrategia para joder.
Sólo
que hay que pasar por ahí, es una parte del camino, no hay otra
posibilidad. Son estados que hacen parte de la condición humana y no es
posible negarlo.
El desarrollo de
la persona es psicológica, social, cósmico, natural, pero congruente
con una cronología, por eso no se puede saltar ninguna etapa. Saltarse
una equivale a fijación, Querer evadir la trampa crea un
conflicto..........
Yo como
persona no acepto de nadie nada que no sea directo, sea en la relación
que sea. A mí no me asusta ninguna posición, creo que cada quien tiene
derecho a ser como es. Ese derecho me lo otorgo yo. Mis maestros me lo
otorgaron a mí. Lo que no acepto es que lleguen a mi con su mecanismo de
defensa puesto, no acepto que me gratifiquen gratuitamente, me molesta
la seducción barata. Ser paciente no otorga derecho de sobreprotección,
ni disculpa; si quieren jugar vamos ha hacerlo, pero jugaremos póquer
abierto, vamos a manifestarnos como somos, para alcanzar el nada fácil
nivel de transparencia.
Para esto
hay que reconocer que el otro tiene derecho de responder como puede y
como quiere. No hay que entrar en un proceso de interpretación, porque
es un mecanismo de defensa.........
Tiene que quedar claro que hay que provocar la transferencia negativa.
Querámoslo
o no el objeto amado también es odiado. Aceptémoslo o no, pacientes y
terapeutas en proceso de maduración, del amor tienen que pasar por la
libertad de decir, te amo y te odio.
Tiene
que vencer la amenaza. No se dan las transferencias negativas por temor
a la pérdida, pero uno debe expresar el resentimiento hacia lo mas
amado, pues cuando no se expresa, surge de manera mas dañina y se cumple
la amenaza del abandono. El proceso terapéutico de la transferencia
negativa es darse la libertad de expresar y decir, aunque se pierda lo
amado. Me dolerá y sufriré. Pero tengo la capacidad de amar, de amar a
otros. Así logra uno neutralizar los fantasmas. Y uno se otorga el
derecho de querer cuantas veces uno quiera.
Creo
que la transferencia negativa se puede apuntar en ese derecho de
querer, siempre que uno quiera. Uno no vino a querer una sola vez, a
querer a una sola persona. Uno tiene que estar donde y con quien lo
quiera a uno. No estar viviendo donde lo apaleen a uno, con quienes lo
destruyen a uno. Lo demás son tabúes sociales cuyo trasfondo es la
posesión, que vuelve esquizoide al ser humano. Hay que lograr la
capacidad de estar donde se quiere, con quien se quiere, el tiempo que
se quiere, y poder irse cuando uno quiere, lo cual no es una tragedia."