¿Cuándo “despegará” finalmente mi vida? ¿Qué necesita para “entrar en razón” y alcanzar un mínimo de éxito? ¿Terminará alguna vez esta lucha?
Bueno. Ahora
empezamos. No te disculpes por estas preguntas. Son preguntas que hombres y
mujeres se han estado formulando durante cientos de años. Si las preguntas
fueran tan tontas, no serían formuladas por una generación tras otra. Así que
vayamos a la primera de ellas.
He establecido Leyes
en el universo que te permiten tener - crear -
exactamente lo que quieras. Dichas Leyes no pueden ser violadas, ni pueden ser
ignoradas. Estás obedeciendo esas Leyes ahora mismo, incluso mientras escribes
esto. No puedes dejar de cumplirlas, pues es así como funcionan las
cosas. No puedes apartarte de ellas; no puedes actuar al margen de ellas.
Cada minuto de tu
vida has estado actuando dentro de ellas; y, así, todo lo que has
experimentado lo has creado tú.
Formas sociedad con
Dios. Compartimos un convenio eterno. Mi compromiso para contigo consiste en
darte siempre lo que me pidas. Tú compromiso consiste en pedírmelo; en entender
el proceso de la petición y la concesión. Ya te he explicado antes este
proceso. Lo haré de nuevo, para que lo entiendas de una manera clara.
Eres un ser
triple. Te compones de cuerpo, mente
y espíritu. También puedes
denominarlo lo físico, lo no-físico y lo meta-físico. Esta es la Santa Trinidad, y
se la ha llamado de muchas maneras.
Lo mismo que tú eres,
también Yo lo soy. Me manifiesto como Tres-En-Uno. Algunos de vuestros teólogos
lo han llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Vuestros psiquiatras
han reconocido también este triunvirato, y lo han llamado “consciente”,
“subconsciente” y “superconsciente”.
Vuestros filósofos lo
han llamado el “ello”, el “yo” y el “super-yo”.
La ciencia lo llama
“energía”, “materia” y “antimateria”.
Los poetas hablan de
“mente”, “corazón” y “alma”.. Los pensadores de la Nueva Era aluden a
“cuerpo”, “mente” y “espíritu”.
Vuestro tiempo se
divide en “pasado”, “presente” y “futuro”. ¿No podría ser lo mismo que
“subconsciente”, “consciente” y “superconsciente”?
El espacio se divide
igualmente en tres categorías: “aquí”, “allí” y “el espacio intermedio”.
Definir y describir
este “espacio intermedio” resulta difícil, escurridizo. En el momento en que
empiezas a definirlo o describirlo, el espacio que describes se convierte en
“aquí” o “allí”. Sin embargo, sabemos que este “espacio intermedio”
existe. Es lo que mantiene al “aquí” y al “allí” en su sitio; del mismo modo
que el eterno ahora mantiene al “antes” y al “después” en su sitio.
Estos tres aspectos
de tu ser son, en realidad, tres energías. Podrías llamarlas pensamiento,
palabra y acción. Las tres juntas producen un resultado; lo que, en
vuestro lenguaje y según vuestros conocimientos, se denomina un “sentimiento”,
o “experiencia”.
Tu alma (subconsciente, ello, espíritu, pasado, etc.) es la suma total de
todos los sentimientos que has tenido (creado). Tu consciencia de algunos
de ellos se denomina “recuerdo”. Cuando tienes un recuerdo, se habla de
re-membrar. Es decir, juntar de nuevo. Reunir de nuevo las partes.
Cuando reúnas de
nuevo todas tus partes, habrás re-membrado Quien Realmente Eres.
El proceso de
creación se inicia con el pensamiento; una idea, concepto o imagen mental. Todo
lo que ves fue una vez idea de alguien. Nada existe en vuestro mundo que no
haya existido antes como pensamiento puro.
Eso es cierto también
respecto al universo.
El pensamiento es
el primer nivel de la creación.
A continuación viene
la palabra. Todo lo que se dice es pensamiento expresado. Es creador, y
emite energía creadora al universo. Las palabras son más dinámicas (por lo
tanto, algunas pueden ser más creadoras) que el pensamiento, puesto que las
palabras constituyen un nivel de vibración distinto de el del pensamiento.
Trastornan (cambian, alteran, afectan) al universo, causando un gran impacto.
Las palabras
constituyen el segundo nivel de la creación.
A continuación viene
la acción.
Las acciones son
palabras en movimiento. Las palabras son pensamientos expresados. Los
pensamientos son ideas formadas. Las ideas son energías reunidas. Las energías
son fuerzas liberadas. Las fuerzas son elementos existentes. Los elementos son
partículas de Dios, porciones del Todo, la sustancia de todo.
El principio es Dios.
El final es la acción. La acción es Dios creando, o Dios experimentando.
Tu pensamiento acerca
de ti mismo es que no eres lo bastante bueno, lo bastante maravilloso, lo
bastante puro, para ser una parte de Dios, para formar sociedad con Dios. Has
negado durante tanto tiempo Quien Eres, que lo has olvidado.
Esto no ha ocurrido
por azar; no es por casualidad. Forma parte de un plan divino, puesto que no podrías
afirmar, crear ni experimentar Quien Eres, si ya lo fueras. Primero era
necesario que rompieras (negaras, olvidaras) tu vínculo conmigo, con el fin de
experimentarlo plenamente mediante su creación plena, mediante su surgimiento,
ya que tu más grandioso deseo - y Mí más grandioso deseo - era que te
experimentaras a ti mismo como la parte de Mí que eres. Así pues, estás en
proceso de experimentarte a ti
mismo creándote a ti mismo de nuevo en
cada momento. Al igual que Yo lo estoy; a través tuyo.
¿Ves la sociedad?
¿Comprendes sus implicaciones? Se trata de una sagrada colaboración; realmente,
de una sagrada comunión.
Así, tu vida
“despegará” cuando decidas que lo haga. Hasta ahora no lo has decidido. Te has
entretenido, lo has aplazado, has protestado. Ahora es el momento de que
produzcas lo prometido. Para hacerlo, debes creer la promesa, y vivirla. Debes
vivir la promesa de Dios.
La promesa de Dios es
que tú eres Su hijo. Su descendencia. Su semejante. Su igual.
¡Ah!... aquí es donde
el asunto se complica. Puedes aceptar lo de “Su hijo”, “descendencia” y
“semejante”, pero rechazas ser llamado “Su igual”. Aceptar eso es demasiado.
Demasiada grandeza, demasiado asombroso; demasiada responsabilidad,
puesto que, si eres igual a Dios, eso significa que nada se te da a ti,
sino que todo es creado por ti. Ya no puede haber víctimas ni malvados; sólo
resultados de tu pensamiento respecto a algo.
Te lo aseguro: todo lo que ves en tu mundo es el resultado de tu idea sobre ello.
¿Quieres que tu vida “despegue” realmente? Entonces, cambia tu idea sobre ella. Sobre ti. Piensa, actúa y habla
como el Dios que Eres.
Por supuesto, eso te
alejará de muchos - de la mayoría - de tus semejantes. Te llamarán loco. Te
acusarán de blasfemo. Finalmente se hartarán de ti, y tratarán de crucificarte.
Actuarán así, no
porque piensen que tu vives en un mundo producto de tus propias ilusiones (la
mayoría de los hombres son lo bastante amables como para permitirte tus
diversiones privadas), sino porque, antes o después, otros se sentirán atraídos
por tu verdad, por las promesas que ésta encierra para ellos.
Y es en este momento
cuando intervendrán tus semejantes, porque será en este momento cuando
empezarás a representar una amenaza para ellos, ya que tu sencilla verdad, sencillamente vivida,
ofrecerá más belleza, más bienestar, más paz, más alegría y más amor hacia uno
mismo y hacia los demás que todo lo que tus colegas terrenales puedan idear.
Y adoptar esa verdad
significaría el fin de sus costumbres. Significaría el fin del odio y el temor,
de la guerra y la intolerancia. El fin de todas las condenas y asesinatos que
se han cometido en Mi nombre. El fin de “la ley del más fuerte”. El fin
de la lealtad y el homenaje por el temor. El fin del mundo tal como lo
conocéis; y como vosotros lo habéis creado hasta ahora.
De modo que estáte
preparada, alma buena; puesto que serás vilipendiada y despreciada, insultada y
abandonada, y finalmente te acusarán te juzgarán y te condenarán - todo ello a
su manera - desde el momento en que aceptes y adoptes tu sagrada causa: la
realización del Yo.
Entonces, ¿por qué
hacerlo?
Porque ha dejado de
preocuparte la aceptación o aprobación del mundo. Ha dejado de satisfacerte lo
que ésta te ha aportado Ha dejado de complacerte lo que les ha dado a otros.
Quieres que cese el dolor, que cese el sufrimiento; que termine la ilusión.
Estás harto de este mundo tal como es actualmente. Aspiras a un mundo nuevo.
Deja de aspirar a él. Ahora, haz que surja.
¿Puedes ayudarme
a entender mejor cómo hacerlo?
Sí. Fíjate primero en tu Más Alto Pensamiento sobre ti
mismo. Imagina cómo serías si vivieras ese pensamiento cada día. Imagina lo que
pensarías, harías y dirías, y como responderías a lo que los demás hicieran o
dijeran.
¿Ves alguna diferencia entre esta proyección y lo que
piensas, haces y dices ahora?
Sí. Veo una gran diferencia.
Bueno. Debes verla,
puesto que sabemos que en este momento no estás viviendo tu más alta visión de
ti mismo. Ahora bien, una vez vistas las diferencias entre donde estás y dónde
quieres estar, empieza a cambiar - cambiar conscientemente - tus pensamientos,
palabras y acciones, igualándolos con tu magnífica visión.
Esto requerirá un
esfuerzo físico y mental tremendo. Supondrá un control constante, momento a
momento, de cada pensamiento, palabra y acto. Implicará una continua - y
consciente - toma de decisiones. Todo el proceso constituye un enorme
desplazamiento hacia la consciencia. Lo que descubrirás si afrontas este reto
es que has pasado la mitad de tu vida inconsciente. Es decir, ignorante
a nivel consciente de lo que has decidido en cuanto a pensamientos,
palabras y actos hasta que has experimentado sus consecuencias; y entonces,
cuando has experimentado dichos resultados, has negado que tus pensamientos,
palabras y actos tuvieran algo que ver con ellos.
Se trata de una
invitación a abandonar esta vida inconsciente. De un reto al que tu alma ha
aspirado desde el principio de los tiempos.
Ese continuo control
mental parece que haya de ser terriblemente agotador.
Puede serlo, hasta
que se convierta en una segunda naturaleza. En realidad, es tu segunda
naturaleza. Tu primera naturaleza consiste en amar incondicionalmente. Tu
segunda naturaleza consiste en decidir expresar tu primera naturaleza, tu
verdadera naturaleza, conscientemente.
Perdona, pero esa
especie de control constante sobre lo que pienso, digo y hago, ¿no me
convertirá en una persona “sosa”?
En absoluto. Distinta
sí; “sosa” no. ¿Era “soso” Jesús? No creo que lo fuera. ¿Resultaba aburrido
estar junto a Buda? La gente se congregaba a su alrededor, suplicaba poder
hallarse en su presencia. Nadie que haya llegado a ser un Maestro es aburrido.
Quizás sea poco corriente; quizás sea extraordinario; pero nunca “soso”.
Así pues: ¿quieres
que tu vida “despegue”? Empieza a imaginártela del modo como quieras que sea, y
trata de alcanzarlo. Examina cada pensamiento, palabra y obra que no se
muestren en armonía con esa idea, y aléjalos de ti.
Cuando tengas un
pensamiento que no cuadre con tu más alta visión, cámbialo por otro nuevo,
inmediatamente. Cuando digas algo que no se ajuste a tu más grandiosa idea,
toma nota de no volver a decir de nuevo nada semejante. Cuando hagas algo que
no cuadre con tu mejor intención, decide que esa sea la última ves que lo
haces. Y siempre que puedas, haz el bien sin mirar a quién.
Ya he oído eso antes,
y siempre he estado en contra, pues me parece poco honesto. Quiero decir que,
si estás enfermo, no puedes admitirlo. Si estás sin blanca, no puedes decirlo.
Si estás enfadado, no puedes demostrarlo. Eso me recuerda el chiste de las tres
personas que van al infierno: un católico, un judío y un filósofo de la Nueva Era. El diablo le
dice al católico, burlonamente: “¿Qué? ¿Cómo va el calor?”. Y el católico le
responde compungido: “Me lo tomo como un sacrificio”. A continuación, le
pregunta al judío: “¿Y qué otra cosa podía esperar, sino otro infierno?”.
Finalmente, el diablo se dirige al filósofo de la Nueva Era: “¿Qué tal el
calor?”; a lo que éste responde, sudando: “¿Calor? ¿Qué calor?”.
Es un buen chiste.
Pero Yo no estoy hablando de ignorar el problema, o de pretender que no existe.
Estoy hablando de observar la circunstancia, y luego formular tu más alta
verdad respecto a ella.
Y si estas sin
blanca, pues estás sin blanca. Es absurdo mentir acerca de eso, y tratar de
inventarse un cuento para no admitirlo. Pero es tu pensamiento acerca de ello -
“estar sin blanca es malo”, “estar sin blanca es horrible”, “soy una mala
persona, puesto que la buena gente que trabaja duro y realmente se esfuerza nunca
está sin blanca”, etc. - el que determina cómo experimentas la
“situación-de-estar-sin-blanca”. Son tus palabras acerca de ello - “estoy sin
blanca”, “no tengo ni un duro”, “no tengo dinero” - las que dictaminan cuánto
tiempo seguirás estando sin blanca. Son tus actos en relación a esta
situación - compadeciéndote a ti mismo, dejándote abatir, no tratando de buscar
una salida; porque, de todos modos, ¿para qué? - los que, a la larga, crean tu realidad.
Lo primero que has de
entender respecto al universo es que ninguna circunstancia es “buena” o “mala”.
Simplemente es. De modo que deja de hacer juicios de valor.
Lo segundo que has de
saber es que todas las circunstancias son transitorias. Nada se mantiene
igual, nada permanece estático. De que manera cambie, es algo que depende de
ti.
Perdona, pero voy a
interrumpirte de nuevo. ¿Y la persona que cae enferma, pero cuya fe mueve
montañas, y - por lo tanto - piensa, dice y cree que va a ponerse mejor... pero
se muere seis meses después? ¿Cómo encaja eso con todo este pensamiento
positivo y acción afirmativa?
Eso está bien. Me
planteas preguntas difíciles. No tomas mis palabras a la ligera. Más adelante habrás
de tomar mis palabras a la ligera, debido a que al final verás que podemos
estar discutiendo interminablemente, tu y Yo, hasta que no quede otra cosa que
hacer sino “intentarlo o rechazarlo”. Pero este momento aún no ha llegado. Así
pues, sigamos con el diálogo; sigamos hablando.
Una persona que tiene
una “fe que mueve montañas” y muere seis meses después, ha movido montañas
durante seis meses. Puede que eso haya sido suficiente para ella. Puede que
haya decidido, en la última hora del último día: “Bueno. Ya tengo suficiente.
Estoy dispuesto a pasar a otra aventura”. Tú no puedes conocer su decisión,
puesto que es posible que no te lo haya dicho. Lo cierto es que puede haber
tomado esta decisión bastante antes - días o semanas antes - y no haberte dicho
nada.
Habéis creado una
sociedad en la que no se está de acuerdo con que uno quiera morir; en la que no
se está de acuerdo con que uno esté de acuerdo con la muerte. Puesto que tú no
quieres morir, no puedes imaginar que nadie quiera morir, independientemente de
su situación o sus circunstancias.
Sin embargo, hay
muchas situaciones en las que la muerte resulta preferible ala vida, y que sé
que puedes imaginar si piensas en ello sólo un momento. Sin embargo, esas
verdades no se te ocurren - no resultan patentes - cuando te hayas ante alguien
que decide morir. Y la persona agonizante lo sabe. Puede percibir el nivel de
aceptación que hay entre los que le
rodean respecto a su decisión.
¿Te has fijado alguna
vez en cuánta gente espera a que la habitación en la que se encuentra se halle
vacía para morirse? Algunos incluso les han dicho a sus seres queridos: “Vete
tranquilo. Ve a comer algo”, o bien: “Ve a dormir. Estoy bien. Nos veremos
mañana”. Y luego, cuando sus fieles custodios los han abandonado, lo mismo hace
el alma con el cuerpo del custodiado.
Si les dijeran a sus
amigos y parientes allí reunidos: “Simplemente quiero morir”, ellos les
responderían: “¡Oh!, ¡No digas eso!”, o bien: “¡No hables de ese modo!”, o
bien: “¡Resiste!”, o bien: “¡Por favor, no me dejes!”.
Todo el estamento
médico en su conjunto ha sido formado para mantener a la gente con vida, pero
no para proporcionarle los medios para que pueda morir con dignidad.
Fíjate en que para un
médico o una enfermera la muerte es un fracaso. Para un amigo o un pariente, es
un desastre. Sólo para el alma la muerte es un alivio, una liberación.
El mayor regalo que
se puede hacer a los moribundos es dejarles morir en paz; no pensar que deben
“resistir”, o seguir sufriendo, o preocuparse por uno en ese paso
crucial en sus vidas.
Muy a menudo, eso es
lo que ha ocurrido en el caso del hombre que dice que va a vivir, cree que va a
vivir, e incluso reza para vivir: que, al nivel del alma, ha “cambiado su
mentalidad”. Ha llegado el momento de dejar que el cuerpo deje libre el alma
para otras ocupaciones. Cuando el alma toma esta decisión, nada puede hacer el
cuerpo para cambiarla. Nada que la mente piense puede alterarla. Es en el
momento de la muerte cuando aprendemos quién lleva la voz cantante en el
triunvirato cuerpo-alma-mente.
Durante toda tu vida
crees que tú eres tu cuerpo. Alguna vez piensas que eres tu mente. Pero es en
el momento de tu muerte cuando descubres Quien Eres Realmente.
Ahora bien, también
ocurre a veces que el cuerpo y la mente no escuchan al alma. Eso crea
también la situación que tú describes. Lo que más difícil le resulta hacer a la
gente es escuchar a su alma (fíjate que pocos lo hacen).
Sucede, pues, que el
alma decide que es el momento de abandonar el cuerpo. El cuerpo y la mente -
siempre criados del alma - lo saben, y se inicia el proceso de liberación. Pero
la mente (el yo) no quiere aceptarlo. Después de todo, supone el fin de su
existencia. Entonces, ordena al cuerpo que resista frente a la muerte, lo que
éste hace con mucho gusto, pues tampoco quiere morir. El cuerpo y la mente (el
yo) reciben un gran estímulo y grandes elogios por ello del mundo exterior, el
mundo de su creación. Así, la estrategia se confirma.
Ahora bien, en este
momento todo depende de hasta qué punto el alma quiere salir. Si no tiene una
gran urgencia, puede decir: “Está bien, tú ganas. Me quedaré un poco más
contigo”. Pero si el alma tiene muy claro que permanecer junto al cuerpo no
sirve a sus más altos propósitos - que no hay ninguna manera de que pueda
seguir evolucionando a través de su cuerpo -, entonces lo abandonará, y
nada podrá detenerla, ni nada debe intentarlo.
El alma tiene muy
claro que su objetivo es evolucionar. Ese es su único y propio objetivo.
No le preocupan los éxitos del cuerpo o el desarrollo de la mente. No tienen
sentido para el alma.
El alma tiene claro
también que abandonar el cuerpo no supone ninguna tragedia. En muchos casos, la
tragedia está en permanecer en el cuerpo. Así pues, has de entender que el alma
ve la cuestión de su muerte como algo diferente. Por supuesto, también ve la
“cuestión de la vida” de modo distinto; y ese es el origen de gran parte de la
frustración y ansiedad que uno siente durante su vida. La frustración y la
ansiedad provienen de no escuchar a la propia alma.
¿Cómo puedo escuchar
a mi alma? Si, a la hora de la verdad, el alma es el jefe, ¿cómo puedo estar
seguro de que recibo las órdenes de la oficina central?
Lo primero que puedes
hacer es tener claro qué es el alma, y dejar de formular juicios sobre ella.
¿Formulo juicios
sobre mi alma?
Constantemente. Ya te
he mostrado cómo te juzgas a ti mismo si quieres morir. También te juzgas a ti
mismo si quieres vivir; si quieres vivir realmente. Te juzgas a ti mismo si
quieres reír, si quieres llorar, si quieres ganar, si quieres perder, si
quieres experimentar la alegría y el amor... especialmente por esto
último.
¿Eso hago?
De algún sitio has
sacado la idea de que negarte la alegría es un acto piadoso, de que no
divertirte en la vida es un acto divino. La negación - te has dicho a ti mismo
- es buena.
¿Me estás diciendo
que es mala?
No es ni buena ni
mala; es simplemente negación. Si tu te sientes bien después de negarte a ti
mismo, entonces en tu mundo es buena. Si te sientes mal, entonces es mala. La
mayor parte de las veces, no lo decides tú. Te niegas a ti mismo esto o aquello
por que te dices a ti mismo que debes hacerlo. Luego dices que era bueno
hacerlo, pero te extrañas por que no te sientes bien.
Así, lo primero que
has de hacer es dejar de formular estos juicios contra ti mismo. Aprende cuál
es el deseo del alma, y síguelo. Sigue al alma.
En definitiva, el
alma no es sino él más alto sentimiento de amor que puedas imaginar. Este es el
deseo del alma. Este es su objetivo. El alma es el sentimiento. No el
conocimiento, sino el sentimiento. Ya posee el conocimiento, pero éste es
conceptual; mientras que el sentimiento es experiencial. El alma quiere
sentirse a sí misma, y, por lo tanto, conocerse a sí misma en su propia
experiencia.
El sentimiento más
alto es la experiencia de la unidad con Todo Lo Que Es. Este es el gran retorno
a la Verdad
por el que el alma suspira. Este es el sentimiento del amor perfecto.
El amor perfecto
consiste en percibir lo perfecto que es el color blanco. Muchos piensan que el
blanco es la ausencia de color. No es así. Es la inclusión de todos los
colores. El blanco es todos los demás colores que existen, combinados.
Del mismo modo, el
amor no es la ausencia de toda emoción (odio, cólera, lujuria, envidia,
codicia), sino la suma de todo sentimiento. Es la suma total. El total
combinado. El todo.
Así, para que el alma
pueda experimentar el amor perfecto, debe experimentar todos los
sentimientos humanos.
¿Cómo puedo tener
compasión de algo que no entiendo? ¿Cómo puedo perdonar en otro lo que nunca he
experimentado en Mí mismo? Con ello puedes ver tanto la simplicidad como la
imponente magnitud del viaje del alma. Puedes entender por fin lo que es capaz
de hacer:
El propósito del alma
humana consiste en experimentar todo eso; de modo que pueda ser todo eso.
¿Cómo puede estar
arriba, si nunca ha estado abajo? ¿Cómo puede estar a la izquierda, si nunca ha
estado a la derecha? ¿Cómo puede tener calor, si no conoce el frío? ¿Cómo puede
conocer el bien, si niega el mal? Obviamente, el alma no puede elegir ser algo
si no hay nada entre lo que elegir. Para experimentar su grandeza, el
alma debe saber qué es la grandeza. Y no puede hacerlo sino hay nada
más que grandeza. Así, el alma se da cuenta de que la grandeza únicamente
existe en el espacio de aquello que no es grandioso. En consecuencia, no
condena nunca aquello que no es grandioso, sino que lo bendice, viendo en
ello una parte de sí misma que debe existir para que la otra
parte de sí misma se manifieste.
La tarea del alma,
por supuesto, consiste en hacer que escojáis la grandeza - que seleccionéis lo
mejor de Quienes Sois -, sin condenar aquello que no seleccionáis.
Se trata de una gran
tarea, que requiere de muchas vidas, puesto que estáis habituados a aventurar
juicios, a llamar a algo “equivocado” o “malo”, o “insuficiente”, en lugar de
bendecir aquello que no elegís.
Hacéis algo peor que
condenarlo: en realidad, tratáis de dañar aquello que no elegís; tratáis de
destruirlo. Si hay alguna persona, lugar o cosa con los que no estéis de
acuerdo, los atacáis. Si hay algún pensamiento que os contradice, lo
ridiculizáis. Si hay alguna idea distinta de la vuestra, la rechazáis. En esto
os equivocáis, puesto que creáis sólo la mitad del universo. Y no podréis
entender nunca vuestra mitad en tanto rechacéis completamente la
otra.
Todo esto es muy
profundo, y te lo agradezco. Nadie me había dicho nunca estas cosas. Al menos,
no con tanta sencillez. E intento entenderlas. En realidad, las entiendo. Pero
algunas resultan difíciles de afrontar. Por ejemplo, parece que quieras decir
que debemos amar lo “equivocado” para que podamos conocer lo “correcto”. ¿Estás
diciendo que debemos abrazar al diablo, por decirlo así?
¿De que otro modo
podríais reconciliaros con él? Por supuesto, no existe un diablo real, pero te
estoy respondiendo en el idioma que has elegido.
La reconciliación es
el proceso de aceptarlo todo, y luego elegir lo mejor. ¿Lo entiendes? No puedes
elegir ser Dios si no hay nada más entre lo que elegir.
¡Eh, espera! ¿Has dicho algo de elegir ser Dios?
El sentimiento más
alto es el amor perfecto. ¿De acuerdo?
Sí, debe de serlo.
¿Y se te ocurre otra
descripción mejor de Dios?
No, no lo creo.
Bien. Tu alma aspira
al más alto sentimiento. Aspira a experimentar, o sea, a ser, el amor
perfecto.
Es el amor perfecto;
y lo sabe. Pero desea hacer algo más que saberlo. Desea serlo
en su experiencia.
¡Evidentemente,
aspira a ser Dios! ¿Qué otra cosa ibas a ser?
No lo sé. No estoy seguro. Supongo que nunca me lo
había planteado. Me parece como si tuviera algo de blasfemo.
No resulta nada
interesante el hecho de que no te parezca blasfemo aspirar a ser como el
demonio, y en cambio te parezca ofensivo aspirar a ser como Dios.
¡Eh, espera un
momento! ¿Quién aspira a ser como el demonio?
¡Tú! ¡Todos
vosotros! Incluso habéis creado religiones que afirman que habéis nacido en
pecado, que sois pecadores de nacimiento, para convenceros a vosotros
mismos de vuestro propio mal. Sin embargo, aunque os dijera que habéis nacido
de Dios, que nacéis como puros Dioses y Diosas - puro amor -, me lo
negaríais.
Pasáis toda vuestra
vida convenciéndoos de que sois malos. Y no sólo de que sois malos, sino de que
aquello que deseáis es malo. El sexo es malo, el dinero es malo, la alegría es
mala, el poder es malo, tener mucho es malo - mucho de lo que sea -.
Algunas de vuestras religiones incluso mantienen la creencia de que bailar
es malo, la música es mala, divertirse es malo. Pronto aceptaréis que
sonreír es malo, que reír es malo, que amar es malo.
No, no, amigo mío;
puede que haya muchas cosas que no tienes claras, pero hay una que sí la
tienes. Tú eres malo, y la mayor parte de lo que deseas es malo.
Una vez formulado este juicio sobre ti mismo, has decidido que tu tarea
consiste en ser mejor.
Te advierto que eso
está bien. En cualquier caso, el objetivo es el mismo; pero hay un camino más
corto, un atajo, una vía más rápida.
¿Cuál?
La aceptación
inmediata de Quien y Qué Eres, y la manifestación de ello.
Eso es lo que hizo
Jesús. Es el camino de Buda, de Krishna, el camino de todos los Maestros que
han habitado este planeta.
Y de igual modo,
todos los Maestros han dejado el mismo mensaje: lo que yo soy, tú lo eres; lo
que yo puedo hacer, tú lo puedes hacer; todo esto, y más, también lo harás tú.
Pero no les habéis
escuchado. En cambio, habéis elegido el camino, mucho más difícil, de creer
que uno es el demonio, de imaginar que uno es el mal.
Decís que es difícil
seguir el camino de Cristo, practicar las enseñanzas de Buda, poseer la luz de
Krishna, ser un Maestro. Pero Yo te aseguro que es mucho más difícil negar
Quien Eres que aceptarlo.
Eres bondad,
misericordia, compasión y conocimiento. Eres paz, luz y alegría. Eres perdón y
paciencia, fuerza y valor, ayuda cuando hay necesidad, consuelo cuando hay
dolor, curación cuando hay herida, enseñanza cuando hay ignorancia. Eres la
sabiduría más profunda y la más alta verdad; la paz más magnífica y el más
grandioso amor. Eres todo esto. Y en determinados momentos de tu vida tú
te has reconocido a ti mismo como siendo todo esto.
Decide, pues,
reconocerte a ti mismo siempre como siendo todo esto.
Extracto “Conversaciones
con Dios “
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