Un niño sintió que se le rompía el corazón cuando encontró,
junto al estanque, a su querida tortuga patas arriba, inmovil
y sin vida.
Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: “No llores, hijo.
Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga.
Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos
una lápida para su tumba con su nombre grabado.
Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la
tumba con una cerca”.
El niño se secó las lágrimas y se entusiasmó con el proyecto.
Cuando todo estuvo dispuesto, se formó el cortejo –el padre,
la madre, la criada y, delante de todos, el niño– y empezaron
a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el
cuerpo, pero éste había desaparecido.
De pronto, vieron cómo el señor Tortuga emergía del fondo
del estanque y nadaba tranquila y gozosamente.
El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando
fijamente al animal y, al cabo de unos instantes, dijo:
“Vamos a matarlo”.
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En realidad, no eres tú lo que me importa,
sino la sensación que me produce amarte...
A de M
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