Seis consejos tibetanos para aprender a vivir




1 No recuerdes, Deja ir lo que ya pasó
Cuando vivimos en función del pasado nos quedamos atrapados en algo que no es real y que solamente puede afectarnos cuando lo recordamos por medio del pensamiento. Debemos usar el pasado únicamente para casos prácticos, como cuando recordamos una ruta o un dato que es relevante en el presente, todo lo demás es innecesario.

2 No imagines, Deja ir lo que puede venir
Vivir en función del futuro genera ansiedad y expectativas, lo cual se convierte en sufrimiento cuando dichas expectativas no se cumplen. Es importante planear nuestro futuro, pero hacerlo sin apego a lo planeado.

3 No pienses, Deja ir lo que sucede ahora
No pensar significa observar el presente sin emitir juicios ni ponerle etiquetas a aquello que percibimos con los sentidos. Por ejemplo, si vemos una rosa, no dejemos que la mente use la palabra “rosa” ya que al hacerlo accede a los recuerdos y categorías que ha almacenado sobre esa flor. Cuando veamos la rosa o cualquier otro objeto o persona no dejemos que la mente le ponga nombre y entonces podremos percibir la realidad pura y desnuda.

4 No examines, No trates de interpretar nada
Las interpretaciones y los juicios deforman nuestra visión de la realidad porque nos obligan a mirar el presente a través de los lentes del pasado. Al hacer esto ya no estamos viendo la realidad sino la proyección de nuestras creencias, prejuicios y paradigmas. Para cumplir este consejo necesitamos eliminar las categorías mentales de “bueno” y “malo” que hacen que percibamos al mundo en blanco y negro, perdiéndonos así de la infinita gama de colores que existen.

5 No controles, No trates de hacer que algo suceda
Esta es la forma más poderosa de oración: soltar todo y dejar que el Tao obre con su inteligencia y nos muestre su designio de forma natural -cuando tratamos de controlar las circunstancias obstaculizamos el fluir del Tao y dejamos que la mente se interponga- para fluir con el Tao se necesita tener la certeza absoluta de que la Vida siempre está de nuestro lado.

6 Descansa y relájate ahora
El sexto consejo nos habla de soltarnos y fluir en el río de la vida en vez de nadar contra la corriente. Esta es la entrega total, cuando lo hacemos conscientemente, la vida empieza a encontrar el rumbo por sí sola y nos lleva a experiencias nunca antes imaginadas, las cuales conducen a nuestro Supremo Despertar. Como en el consejo cinco, necesitamos tener fe en la vida y dejar que esta nos lleve en sus brazos.
 Los seis consejos del Maestro Tilopa ,el gran Maestro tibetano resumen la esencia del Despertar Espiritual.

TODO LO QUE VEO A MI ALREDEDOR ES UNA EXPRESION DE MI MISM@


 
 
"Las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya meta última es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente parte de la misma conciencia universal, pero los verdaderos avances tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra vida cotidiana.

Las relaciones son una de las maneras más efectivas para alcanzar la unidad en la conciencia, porque siempre estamos envueltos en relaciones. Piensa en la red de relaciones que mantienes: padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, relaciones amorosas. Todas son, en esencia, experiencias espirituales. Cuando estás enamorado, romántica y profundamente enamorado, tienes una sensación de intemporalidad. En ese momento, estás en paz con la incertidumbre. Te sientes de maravilla, pero vulnerable; sientes cercanía pero también desprotección. Estás transformándote, cambiando, pero sin miedo. Te sientes maravillado. Ésa es una experiencia espiritual.

A través del espejo de las relaciones, de cada una de ellas, descubrimos estados prolongados de conciencia. Tanto aquellos a quienes amamos como aquellos por quienes sentimos rechazo, son espejos de nosotros. ¿Hacia quiénes nos sentimos atraídos? Hacia las personas que tienen características similares a las nuestras, pero eso no es todo. Queremos estar en su compañía porque subconscientemente sentimos que al hacerlo, nosotros podemos manifestar más de esas características. Del mismo modo, sentimos rechazo hacia las personas que nos reflejan las características que negamos en nosotros. Si sientes una fuerte reacción negativa hacia alguien, puedes estar seguro de que tú y esa persona tienen características en común, características que no estás dispuesto a aceptar. Si las aceptaras, no te molestarían.

Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se convierte en una herramienta para evolución de nuestra conciencia. Gracias a esta evolución experimentamos estados extendidos de conciencia.

La próxima vez que te sientas atraído por alguien, pregúntate qué te atrajo. ¿Su belleza, gracia, elegancia, autoridad, poder o inteligencia? Cualquier cosa que haya sido, sé consciente de que esa característica también florece en ti. Si prestas atención a esos sentimientos podrás iniciar el proceso de convertirte en ti más plenamente.

Lo mismo se aplica a las personas hacia las que sientes rechazo. Al adoptar más plenamente tu verdadero yo, debes comprender y aceptar tus características menos atractivas. La naturaleza esencial del Universo es la coexistencia de valores opuestos. No puedes ser valeroso si no tienes a un cobarde en tu interior; no puedes ser generoso si no tienes a un tacaño; no puedes ser virtuoso si no tienes la capacidad para actuar con maldad.

Gastamos gran parte de nuestras vidas negando este lado oscuro y terminamos proyectando esas características oscuras en quienes nos rodean. ¿Has conocido personas que atraigan sistemáticamente a su vida a los sujetos equivocados? Normalmente, aquéllas no comprenden por qué les sucede esto una y otra vez, año tras año. No es que atraigan esa oscuridad; es que no están dispuestas a aprobarlas en sus propias vidas. Un encuentro con una persona que no te agrada es una oportunidad para aceptar la paradoja de la coexistencia de los opuestos; de descubrir una nueva faceta de ti. Es otro paso a favor del desarrollo de tu ser espiritual. Las personas más esclarecidas del mundo aceptan todo su potencial de luz y oscuridad. Cuando estás con alguien que reconoce y aprueba sus rasgos negativos, nunca te sientes juzgado. Esto sólo ocurre cuando las personas ven el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, como características externas.

Cuando estamos dispuestos a aceptar los lados luminoso y oscuro de nuestro ser, podemos empezar a curarnos y a curar nuestras relaciones. Todos somos multidimensionales, omnidimensionales. Todo lo que existe en algún lugar del mundo también existe en nosotros. Cuando aceptamos esos distintos aspectos de nuestro ser, reconocemos nuestra conexión con la conciencia universal y expandimos nuestra conciencia personal.

Las características que distinguimos más claramente en los demás están presentes en nosotros. Cuando seamos capaces de ver en el espejo de las relaciones, podremos empezar a ver nuestro ser completo. Para esto es necesario estar en paz con nuestra ambigüedad, aceptar todos los aspectos de nosotros. Necesitamos reconocer, en un nivel profundo, que tener características negativas no significa que seamos imperfectos. Nadie tiene exclusivamente características positivas. La presencia de características negativas sólo significa que estamos completos; gracias a esa totalidad, podemos acceder más fácilmente a nuestro ser universal, no circunscrito.

Una vez que puedas verte en los demás, será mucho más fácil establecer contacto con ellos y, a través de esa conexión, descubrir la conciencia de la unidad. Éste es el poder del espejo de las relaciones."

- Por Deepak Chopra -

LA DEPENDENCIA: EL CULTIVO DEL DESAPEGO

¿Alguna vez ha investigado usted el problema de la dependencia psicológica? Si lo investiga a fondo, hallará que casi todos somos terriblemente solitarios. La mayoría de nosotros tiene mentes muy superficiales y frívolas. Muy pocos sabemos qué significa amar. Así, a causa de esa soledad, de esa insuficiencia, de esa privación vital, estamos apegados a algo, apegados a la familia; dependemos de ella.

Y cuando la esposa o el marido nos vuelven la espalda, cuando se apartan de nosotros, nos sentimos celosos. Los celos no son amor; pero el amor que la sociedad admite en la familia se considera respetable. Eso es otra forma de defensa, otra manera de escapar de nosotros mismos. Por lo tanto, la resistencia en cualquiera de sus formas engendra dependencia. Y una mente que depende jamás puede ser libre.

Ustedes necesitan ser libres, porque verán que una mente libre contiene en sí la esencia de la humildad. Esa mente libre y, por consiguiente, humilde, es la que puede aprender; no así una mente que ofrece resistencia. El aprender es algo extraordinario; aprender, no acumular conocimientos. Acumular conocimientos es una cosa por completo diferente. Lo que llamamos conocimiento es comparativamente fácil, porque es un movimiento de lo conocido a lo conocido. Pero aprender es un movimiento desde lo conocido a lo desconocido. Sólo así aprende uno, ¿verdad?


Jamás cuestionamos el problema de la dependencia

¿Por qué dependemos? Psicológicamente, internamente, dependemos de una creencia, de un sistema, de una filosofa; pedimos a otro que nos indique una forma de conducta; buscamos instructores para que nos muestren un estilo de vida que pueda brindarnos cierta esperanza, cierta felicidad. Así, siempre vamos en busca de alguna clase de dependencia, de seguridad, ¿no es así? ¿Puede la mente liberarse alguna vez de este sentido de dependencia? Lo cual no quiere decir que la mente deba tratar de alcanzar la independencia; eso es sólo la reacción a la dependencia. No hablamos de independencia, de libertad con respecto a un estado en particular. Si somos capaces de investigar sin la reacción que implica el procurar librarnos de un estado particular de dependencia, entonces podemos penetrar más profundamente en ello [...]. Aceptamos la necesidad de la dependencia, decimos que es inevitable. Jamás hemos cuestionado todo el asunto, por qué cada uno de nosotros busca alguna clase de dependencia. ¿No es porque, en el fondo, lo que realmente exigimos es permanencia, seguridad? Hallándonos en un estado de confusión, anhelamos que alguien nos saque de esta confusión. Por eso, estamos siempre interesados en cómo escapar del estado en que nos encontramos, o en cómo evitar tal estado. En el proceso de evitarlo, estamos obligados a crear alguna clase de dependencia, la cual se convierte en nuestra autoridad. Si para nuestra seguridad, para nuestro bienestar interno, dependemos de otro, esa dependencia da origen a innumerables problemas; y entonces tratamos de resolver tales problemas, los problemas del apego. Pero jamás cuestionamos, jamás investigamos el problema de la dependencia misma. Quizá si pudiéramos, inteligentemente, con plena percepción alerta, investigar esta cuestión, seríamos capaces de descubrir que la dependencia no es en absoluto el problema, que ella es tan sólo un modo de escapar de un hecho más profundo.



Hay un factor más profundo que nos hace depender

Sabemos que somos dependientes; dependemos, ya sea de nuestra relación con la gente, o de alguna idea, o de un sistema de pensamiento. ¿Por qué?

... En realidad, no creo que la dependencia sea el problema; pienso que hay algún otro factor más profundo que nos hace depender. Y que si pudiéramos descubrirlo, tanto la dependencia como la lucha por librarnos de ella significarían muy poco, y todos los problemas que surgen a causa de la dependencia se disiparían. Entonces, ¿cuál es el factor más profundo? ¿Es que la mente detesta, teme la idea de estar sola? Y ¿conoce la mente ese estado que ella procura evitar? En tanto ese sentimiento de soledad no sea realmente comprendido, percibido, investigado, disuelto ‑cualquiera que sea el nombre que prefieran usar-, en tanto permanezca, la dependencia es inevitable, y uno jamás puede ser libre; uno jamás podrá descubrir por sí mismo aquello que es verdadero, aquello que es religión.


Tornarse profundamente alerta

La dependencia pone en marcha el movimiento de desapego y apego, un constante conflicto que no comprendemos y del cual no podemos liberarnos. Usted debe tornarse consciente del proceso de apego y dependencia, percibirlo sin condenarlo, sin juzgarlo, y entonces percibirá el significado del conflicto de los opuestos. Si se torna profundamente alerta y conscientemente dirige el pensamiento para comprender el sentido pleno de la necesidad, de la dependencia, su mente consciente estará abierta y lúcida al respecto; entonces la subconsciente, con sus motivos ocultos, sus búsquedas e intenciones, se proyectará en la consciente. Cuando ocurre esto, usted debe estudiar y comprender cada insinuación del subconsciente. Si lo hace muchas veces y llega a percibir las proyecciones del subconsciente, después de que lo consciente ha considerado el problema de la manera más clara posible, entonces, aun cuando conceda su atención a otros asuntos, lo consciente y lo subconsciente resolverán el problema de la dependencia o cualquier otro problema. De este modo, se ha establecido una constante percepción alerta, la cual, con paciencia y delicadeza, dará origen a la integración; y si su salud y su dieta son las correctas, esto generará a su vez la plenitud del ser.


La relación

La relación basada en necesidades mutuas sólo trae conflicto. Por interdependientes que seamos, nos usamos el uno al otro para un propósito, para una finalidad. Con una finalidad en perspectiva, la relación es inexistente. Usted puede usarme y yo puedo usarle. En esta utilización perdemos contacto. Una sociedad basada en la utilización mutua de sus miembros es el fundamento de la violencia. Cuando nos usamos el uno al otro, sólo tenemos la imagen del fin que deseamos obtener. El fin, el provecho, impide la relación, la comunión. En el uso que hacemos de otro, por satisfactorio y confortador que pueda ser, siempre hay miedo. Para evitar este miedo, tenemos que poseer. A causa de esta posesión, surgen la envidia, la suspicacia y el conflicto constante. Una relación así jamás puede ser fuente de felicidad

Una sociedad cuya estructura se basa en las meras necesidades, ya sean fisiológicas o psicológicas, tiene que engendrar conflicto, confusión y desdicha. La sociedad es la proyección de uno mismo en su relación con otro, relación en la que la necesidad y el uso mutuo son predominantes. Cuando usted usa a otro para sus propias necesidades físicas o psicológicas, en realidad no hay relación en absoluto; usted no tiene un verdadero contacto, una comunión verdadera con la otra persona. ¿Cómo puedo tener una comunión con el otro, cuando el otro es utilizado como un mueble para mi propia conveniencia y comodidad? Así pues, es esencial comprender el significado de la relación en la vida cotidiana.


El «yo» es la posesión

El renunciamiento, el autosacrificio, no es un gesto de grandeza para ser exaltado y copiado. Poseemos porque sin la posesión nada somos. Las posesiones son muchas y muy variadas. Uno que no posee cosas mundanas puede estar apegado al conocimiento, a las ideas; otro puede estar apegado a la virtud, otro a la experiencia, otro al nombre y a la fama, etc. Sin posesiones, el «yo» no existe; el «yo» es la posesión, los muebles, la virtud, el nombre. En su miedo a no ser, la mente se apega al nombre, a los muebles, al mérito; y abandonará estas cosas con el fin de alcanzar un nivel superior, siendo eso superior lo más gratificante, la más permanente. El miedo a la incertidumbre, a no ser, contribuye al apego, a la posesión. Cuando la posesión es insatisfactoria o penosa, renunciamos a ella por un apego más placentero. La máxima posesión satisfactoria es la palabra Dios, o su sustituto, el Estado.

... En tanto tenga uno renuencia a ser nada, que es lo que ocurre con ustedes, debe inevitablemente engendrar dolor y antagonismo. La buena disposición a ser nada no es una cuestión de renunciamiento, de esfuerzo interno o externo, sino de ver la verdad de lo que es. El hecho de ver la verdad de lo que es nos libera del miedo a la inseguridad, del miedo que engendra apego y nos lleva a la ilusión del desapego, de la renunciación. El amor a lo que es, es el principio de la sabiduría. Sólo el amor comparte, sólo en el amor hay comunión; pero el renunciamiento y el autosacrificio son los caminos del aislamiento y de la ilusión.


Explotar es ser explotado

Dado que la mayoría de nosotros busca el poder en una forma u otra, se establece el principio jerárquico: el novicio y el iniciado, el discípulo y el Maestro, y aun entre los Maestros hay rangos de desarrollo espiritual. A casi todos nos gusta explotar y ser explotados, y este sistema ofrece los medios, tanto los ocultos como los evidentes. Explotar es ser explotado. El deseo de usar a otros para nuestras necesidades psicológicas contribuye a la dependencia, y cuando uno depende, debe retener, poseer; y aquello que poseemos nos posee. Sin la dependencia, sutil o grosera, sin poseer cosas, personas e ideas, uno se siente vacío, siente que carece de importancia. Uno quiere ser algo, alguien, y para evitar la roedura del miedo a ser nada pertenece a ésta o a aquella organización, a esta iglesia o a ese templo. Así es uno explotado y, a su vez, explota.


El cultivo del desapego
Sólo existe el apego; no hay tal cosa como el desapego. La mente inventa el desapego como una reacción a las penas del apego. Cuando reaccionamos al apego volviéndonos «desapegados», nos apagamos a alguna otra cosa. Por lo tanto, todo ese proceso es un solo proceso de apego. Nos apagamos a nuestra esposa o a nuestro marido, a nuestros hijos, a las ideas, a la tradición, a la autoridad y demás; y nuestra reacción a ese apego es el desapego. El cultivo del desapego es la consecuencia del dolor, de la pena. Queremos escapar del sufrimiento que genera el apego, y nuestro escape consiste en encontrar algo a lo que pensamos que podemos apegarnos. Así que sólo existe el apego, y es una mente tonta la que cultiva el desapego. Todos los libros dicen: «Desapégate», pero ¿cuál es la verdad en esto? Si uno observa su propia mente, verá una cosa extraordinaria: que al cultivar el desapego, la mente termina por apegarse a alguna otra cosa.



Jiddu Krishnamurti