No eres feliz entonces eres un superficial


¿Aún te preguntas por qué no eres feliz en tu vida ?Yo tengo una respuesta que puede servirte ( mm que prepotente yo  ¿ no? ...bueno dame la oportunidad de explicártelo ) .
No eres feliz por que estás empeñad@ en comportarte como un superficial .

Ahora dirás ¿quién yo? IMPOSIBLE... bueno . bueno relajate .. primero lee lo que te tengo que decir y luego ya me dices si de verdad no  te comportas así con frecuencia o en ocasiones.

Estoy convencida de que dentro de nosotros en mayor o medida hay una voz interna que nos dice que   ser feliz no está bien .. que la felicidad es algo que para nosotros pasa siempre de largo y que sencillamente parece que no la merecemos.

Habitualmente nos comportamos de una manera superficial porque tenemos miedo a ser nosotros mismos y dejar que los demás vean que somos frágiles , llenos de temores , culpabilidades e ideas en contra de nosotros mismos y nuestra felicidad.No son pocas las ocasiones que disfrazamos nuestros dramas con una falsa alegría pero sabemos muy bien que en el fondo de nosotros hay una profunda tristeza que desea ser expresada y acompañada sin juicios ni sentencias de ninguna clase.
Esta tristeza( que el fondo es esconde el deseo de ser feliz) debido a ese inmenso miedo a mostrarnos vulnerables es ignorada , reprimida con la idea de ignorante de que si la expresamos o sentimos sufriremos más.

Tampoco son pocas las ocasiones que no nos permitirmos disfrutar libremente de comprarnos algo por el placer de hacerlo y otros placeres que consideramos que debemos eliminar o moderar sin darme cuenta que detrás de estas conductas y decisiones lo que hay es  un profundo rechazo de mi mism@.
Sencillamente no sé amarme por tanto no se mimarme , preferimos vivir para complacer a otros , ser como a ellos les gustaría que fuéramos, evitando así la responsabilidad de equivocarme , y olvidarme de mi y ser feliz.


Me olvido de mi para agradar a otros y esa es la triste realidad de una persona que se comporta con superficialidad ,se honesto y si de verdad ahondas y eres honesto encontraras en tu vida muchos ejemplos de estas conductas... puedes justificarlas como quieras pero no dejan de ser desamor y deshonestidad contigo mism@.En una palabra superficialidad.No eres tú .. no te expresas , aveces no decides..las circunstancias te deciden.

Lo más triste es que cuanto más te empeñas en agradar a otros más te alejas de ellos , ya que jamas podrán entrar dentro de ti para ver tu insatisfacción ni tus penas.Ni siquiera a veces tu mismo eres consciente de esto .
Pero la verdad es que no eres feliz , sufres constantemente .Yo misma he pasado por esto en mi vida sin darme cuenta del daño que me hice a mi misma para salvar y agradar a otros creyendo que así me amarían pero al final acababa siendo abandonada , enfadada y fustrada y lo peor habiendome traicionado a mi misma .

Cuando comenzamos a escuchar esa tristeza que no es más que un signo de que estamos separados de nosotros mismos y de lo que realmente somos podemos comenzar a comportarnos como realmente somos , sin miedos a las consecuencias y con la confianza de que podemos .
Es hora de que comienzes a escucharte y si te cuesta hacerlo puedes buscar ayuda de un buen terapeuta que te puede acompañar en ese camino.
Pero decidete a amarte y da el primer paso.

Así que comienza a enamorarte de ti . deja de ser superficial y permitete gozar y disfrutar de la vida.

Gozar de la vida es el camino hacia dios.

Un abrazo hondo y gracias por leerme

Soraya Founty 
Psicóloga colegiada y Terapeuta Transpersonal
www.mundotranspersonal.com






SOY PARTERA DEL ALMA


EL VIENTRE DEL TERAPEUTA

Es la hora. El paciente llama a la puerta. Como el cocinero cuelga el delantal en el perchero para recibir visitas, el terapeuta cuelga en el perchero sus problemas personales. Desarrolla la habilidad para dejarlos a un costado, porque quien viene lo necesitará en estado de Atención Plena.

¿Qué encontrará el paciente si ha dado con un buen terapeuta?

- Alguien que desde que asumió su vocación (o desde antes) trabaja todos los días con sus propias emociones, sus propio dolores, sus errores de criterio... Se empeña en comprender más allá del entendimiento, tomando lo cotidiano como una escuela.

- Alguien que, sí, se ha formado académicamente y en estudios de posgrado, y tiene libros por doquier… Pero que si es buen terapeuta sabe que eso no es todo: entrará a la sesión ofrendando a su paciente algo precioso, que es su propio Inconsciente. El Inconsciente del terapeuta funciona como cuando alguien recibe en su vientre la gestación de un hijo ajeno; madurará, -con las herramientas que ese terapeuta tenga-, la identidad de su paciente: sus dolores, sus relatos oníricos, sus anhelos, sus historias. Cuando se vaya a dormir, el buen terapeuta soñará no sólo con sus propios asuntos, sino que entre las bambalinas de sus sueños aparecerán respuestas para Juan, para Mariela, para Leonor… Y, -lo sepa o no-, esa labor nocturna saldrá de su boca con la pregunta justa, el gesto oportuno, la mirada más amplia que su propio Inconsciente le haya provisto al haber amasado esa harina cuya molienda han sido sus horas de consultorio…

- Un buen terapeuta a veces oficia de dializador de su paciente (como quien, teniendo insuficiencia renal, se conecta a un aparato que limpiará su organismo): cuando viene lleno de ira, de dolor, de impotencia, de miedo, el terapeuta le ofrece no sólo el respaldo de sus conocimientos (necesarios, por cierto!), sino también su propio corazón adolorido, su corazón equivocado, su corazón enmendado, su corazón en vías de desarrollo (como el de cualquiera). Desde su entrenamiento en lidiar con su propio caos, ayuda a poner orden en el caos ajeno. Instala luz donde había penumbrosos pesares. Y cuando se va a su casa, a veces llora. Sí, tengo que decirlo: a veces llora un dolor que no es suyo. Porque ama. Ama a sus pacientes. Ama a los humanos. Y le duele su dolor. Y está bien que así sea. Ni “transferencias” ni “contratransferencias”: es algo más hondo; allí se está a solas con el Misterio de la Vida, siendo nada más que un humanito (así, en diminutivo). Y eso llama al silencio.

- Con herramientas de obrero interno trabajará ese pesar ajeno para no cargarlo sobre su propia vida. Porque, así como cuando visualizamos una cascada de agua fresca en un lugar luminoso movilizamos neurotransmisores que generan relajación, expansión, bienestar... el terapeuta visualiza durante muchas horas por día historias de abuso, de maltrato, de pérdidas, de sufrimiento. Deberá autodializarse y pedir ayuda, trabajando a diario para saber, en lo íntimo, que todos somos Uno, pero que cada cual necesita transitar su propia experiencia humana. Que podemos ayudar a otros a vivir su vida, pero la vida misma es del otro: su posibilidad de aprendizajes. Y el progreso de su paciente también le marcará sus días, aumentando su confianza en la vida, alegrándolo, llenándole de ternura la mirada…

- No es raro que un buen terapeuta muchas veces no sepa qué hacer ante un paciente. Ésos suelen ser los mejores. Los que todo lo saben suelen andar perdidos en un laberinto de ideas. Pero cuando tenemos al otro a pecho abierto y en carne viva, saber que no sabemos es el principio del acompañar a vivir. Acudirá, entonces, a su modesto tablero de herramientas (pues, como decían por allí, “quien sólo tiene un martillo tiende a ver todo en términos de clavos”). Aplicará la que su experiencia le diga que es la más útil. Y su propio Inconsciente, además, estará en permanente diálogo con el de su paciente, porque son ambos Inconscientes los que mejor saben hacia dónde hay que ir.

- Un buen terapeuta ha de tener una vida sencilla; precisará hacer un voto de coherencia, porque el panadero da el pan, el frutero la fruta, pero el terapeuta se da a sí mismo. Será consciente de cuánto puede y cuánto no. Practicará la modestia de admitir sus limitaciones. Hablará con su paciente en palabras que el otro comprenda. Y será, esencialmente, un ser humano.

- Si el paciente le preguntara: “Sus padres viven?”, la mayoría de los buenos terapeutas no responderán con otra pregunta, refractando: “Y a Ud. qué le parece?”. Podrá mirar a su paciente a los ojos, y decir, por ejemplo: “Mi padre sí, pero mi madre pasó por el mismo proceso que la tuya; sé lo que se siente como hijo”. El terapeuta anónimo, distante, rigurosamente ignorado por su paciente, pertenece a un paradigma que va quedando atrás. Se necesitan hombres y mujeres valientes que puedan darse a conocer a aquellos que desnudan su alma ante él.

Y llegado el final, ambos podrán mirarse frente a frente y darse un abrazo. Porque el buen terapeuta suele abrazar (aunque en la Universidad muchos profesores le hayan enseñado que no). Sabe que el abrazo, el mirar a los ojos, el quedar expuesto como humano ante otro humano, no le quita nada, sino que le da. Le da un vínculo entre dos personas que, en medio de esto tan difícil que se llama “vida”, procuran avanzar dignamente, convertir el dolor en lumbre, y desplegar lo replegado para que la Tierra cuente con dos más, capaces de ayudar al Todo.

Cuando le pago a mi terapeuta, ese dinero es un símbolo de valoración no sólo de sus saberes, no sólo de su cerebro entrenado, no sólo de sus supervisiones, sus cursos de posgrado y sus libros. Es un símbolo de que me ha ofrecido una porción de su Inconsciente para que yo pueda desenredar el mío; un símbolo de que en su vientre gestó una porción de mí para que yo pueda seguir gestándome en mi propio vientre invisible. Eso es un terapeuta: un humanito incompleto que se va completando gracias a cada paciente. Una persona que se da. Un modesto obrero del espíritu.

Virginia Gawel
Psicóloga



El Disipador de todas las Dificultades


HISTORIA DE MUSHKIL GUSHA

Una vez, a menos de mil millas de aquí, vivia un pobre leñador viudo con una hija, todas las mañanas el leñador iba a las montañas a cortar leña para hacer fuego, la ataba en haces y la traía a su casa, luego, después de tomar el desayuno, caminaba hasta el pueblo cercano donde vendía la leña y se quedaba allí un rato antes de regresar.
Un día, al regresar ya tarde a su casa, la hija le dijo:
-»Padre, a veces desearía tener mejor comida, más cantidad y diferentes clases de cosas para comer.«
-»Muy bien mi niña«, dijo el viejo, »mañana me levantare mas temprano que de costumbre e ire mas lejos en la montaña donde hay mas leña y cortaré mas cantidad de la habitual, llegaré a casa temprano, asi podré atar bién la leña y la llevaré a vender al pueblo de manera que tengamos mas dinero y te traeré toda clase de ricas cosas para comer.«
A la mañana siguiente el leñador se levantó antes del alba y se fue las montañas. Trabajó duramente cortando leña y apilandola, e hizo un enorme haz que acarreó sobre sus espaldas hasta la pequeña casa.
Cuando llegó, todavía era muy temprano. Puso la carga en el suelo y golpeó la puerta diciendo:
»Hija, hija, abre la puerta que tengo hambre y sed, y necesito tomar algún alimento antes de ir al mercado.«
Pero la puerta permaneció cerrada, pues la niña, habiendo olvidado la conversación de la noche anterior, se habia ido a caminar dejando la puerta cerrada, pensando que su padre estaria aún cortando leña en el bosque.
El leñador estaba muy cansado, se sentó al lado de la leña y se quedo dormido, cuando se levantó, el sol estaba ya alto. Golpeó nuevamente a la puerta pero aún la niña no habia regresado. Fué así que el leñador se dijo: »Ya es demasiado tarde para ir al pueblo, regresaré a las montañas y cortaré otro haz de leña, así mañana tendré doble carga para llevar al mercado.« El leñador entonces, regresó a las montañas y
trabajó duramente, cortando leña y dándole forma. Era ya de noche cuando llegó a su casa. Dejó el atado de leña y golpeó la puerta diciendo:
»Hija, hija, abre la puerta, que estoy cansado y no he comido nada en todo el día. Tengo doble cantidad de leña que espero llevar mañana al mercado. Esta noche tengo que dormir bien para sentirme fuerte.«
Pero tampoco hubo respuesta, pues la niña, al regresar a su casa, estaba muy cansada, se preparó la comida y se fue a la cama, pensando que su padre se había quedado a pasar la noche en el pueblo, como acostumbraba a hacer cuando no vendia la leña.
el leñador estaba muy cansado, tenia hambre y sed, asi que se acostó nuevamente junto a la leña y de inmediato se quedó dormido. Le fue imposible permanecer despierto a pesar de la preocupación que sentía por lo que hubiera podido pasarle a su hija.
Pero de pronto, se despertó sobresaltado, algo ocurrio, algo extraño, le parecio escuchar, en algun lugar por encima suyo, una voz que le decia,
»Rápido, rápido, deja tu leña y ven aquí. Si lo necesitas mucho y lo deseas poco, tendrás una comida deliciosa.«
El leñador se puso de pie y corrió en dirección de donde venía la voz. Anduvo y anduvo, pero no encontró nada. Ademas, se habia perdido. Sus esperanzas se desvanecieron, Tenia hambre y estaba muy cansado; Se sintió triste, a punto de llorar, pero se dio cuenta de que llorando tampoco encontraria consuelo. Así que se sento al lado de un arbol y se durmió. Muy poco después despertó nuevamente, tenía demasiado frío y hambre para poder seguir durmiendo.
Fue entonces cuando se le ocurrió relatarse a sí mismo, como si fuera un cuento, todo lo que había ocurrido después de que su hija le hubiera pedido una clase de comida diferente.
Tan pronto como terminó su historia, le pareció oír otra voz, ésta vez la voz le dijo:
»¿viejo hombre, que haces tu sentado aquí?«
»Estoy contándome mi propia historia« respondió el leñador.
»¿Y cuál es?« preguntó la voz.
El leñador repitió su narración.
»Muy bien,« »Muy bien,« dijo la voz. Ahora cierra los ojos y sube la escalera
»Pero no veo ninguna escalera,« dijo el viejo.
»No importa, haz lo que te digo,« ordenó la voz. El hombre hizo lo que le decian, y tan pronto como hubo cerrado los ojos, descubrió que estaba de parado y, levantando el pie derecho, sintió algo que parecia un escalón debajo de él. Entonces, comenzó a subir lo que parecía ser una escalera. De repente los escalones comenzaron a temblar, se movían muy rapidamente,
»No abras los ojos hasta que yo te lo indique.«, le ordenó la voz.
No había pasado mucho tiempo cuando le ordenó que los abriera. Al hacerlo, se encontró en un lugar que parecía un desierto, con el sol quemando sobre él. Estaba rodeado de cantidades de guijarros de todas clases: rojos, blancos, azules, verdes y amarillos. Parecía estar solo; miró a su alrededor y no vio a nadie.
Pero la voz comenzó de nuevo:
»Toma todas las piedras que puedas, cierra los ojos y baja nuevamente.«
El leñador hizo lo que le decían, cargó todas las piedras que pudo y cuando volvió a recibir orden de abrir los ojos, se encontró: delante de la puerta de su propia casa. Llamó nuevamente a la puerta y, estas vez, su hija le respondio. Al verlo, le preguntó dónde había estado y el padre le contó todo lo ocurrido, aunque la niña, apenas entendió, porque todo le parecía muy confuso.
Entraron en la casa, y la niña y su padre compartieron lo último que les quedaba para comer: que era un puñado de dátiles secos. Cuando terminaron de comer, el leñador creyó oír nuevamente la voz, una voz como la otra que le había dicho que subiera los escalones. La voz dijo:
»A pesar de que tú no lo sabes, has sido salvado por Mushkil Gusha. Recuerda que EL siempre está aquí. Asegúrate de que todos los jueves por la noche comerás unos dátiles, darás otros a alguna persona necesitada y contarás ésta historia. De lo contrario, harás un regalo en su nombre a alguien que ayude a los necesitados. Cuida que la historia de Mushkil Gusha nunca sea olvidada. Si tú haces esto y otro tanto hacen las personas a quienes tú cuentes esta historia, los que tengan verdadera necesidad siempre encontrarán su camino.
El leñador puso en un rincón todas las piedras que había traído del desierto. Le parecieron simples piedras y no supo qué hacer con ellas.
Al día siguiente llevó sus dos enormes atados de leña al mercado y los vendió muy fácilmente, a muy buen precio. Al regresar a su casa, llevó a su hija toda clase de exquisitos manjares, que ella, hasta entonces, jamás había probado.
Cuando terminaron de comer, el leñador le dijo:
»Hija, Ahora te contaré “toda” la historia de Mushkil Gusha. Muskhil Gusha significa el disipador de todas las dificultades. Nuestras dificultades han desaparecido por su intermedio y nunca debemos olvidarlo.«
Durante la semana el hombre siguió como de costumbre, se levantó temprano, fué a las montañas, cortó leña, y la llevó a vender al mercado. Siempre encontró comprador sin dificultad.
Pero, llegó el jueves y, como es común en los hombres, se olvidó contar la historia de Mushkil Gusha. Esa noche, se apagó el fuego en la casa de los vecinos, y como no tenían con que encenderlo; fueron hasta la casa del leñador.
»Dános, por favor, lumbre, de esas maravillosas lámparas que se ven brillar a través de tu ventana.«
»¿Qué lámparas?« preguntó el leñador.
»Ven fuera y verás,« le respondieron. El leñador salió y vio toda clase de luces que brillaban a través de su ventana desde dentro. Entró, y vio que la luz provenia de la pila de guijarros que había traido del desierto. Pero como los rayos eran fríos y resultaba imposible utilizarlos para encender fuego, salió y dijo:
»lo lamento…, no tengo fuego,« y cerro la puerta casi golpeándola en sus narices. Los vecinos, molestos y sorprendidos, regresaron a su casa refunfuñando.
Los vecinos aquí dejan nuestra historia.
El leñador y su hija, se dedicaron a cubrir las brillantes luces con cuanto trapo encontraron, tenian miedo que la gente siguiera viendo los reflejos brillar a traves de la ventana.
A la mañana siguiente, al retirar los trapos, descubrieron que las piedras, eran gemas preciosas. Una por una, fueron llevandolas a las ciudades de los alrededores, donde las vendieron muy fácilmente a muy elevado precio. El leñador, entonces, decidió construir un espléndido palacio para él y su hija. Y eligieron un lugar que quedaba justamente frente al castillo del rey de su país. Poco tiempo después había tomado forma un maravilloso edificio.
El rey tenía una hija muy bella, que al despertar una mañana, vio un castillo que parecía de cuento de hadas frente al de su padre y se quedó sorprendida,
»¿Quién ha construido ese castillo? ¿Con qué derecho hacen algo así frente a nuestra morada sin siquiera haber dado aviso?«
Los sirvientes salieron a averiguar, y, al regresar, le contaron a la princesa toda la historia, tal como la habian escuchado. La princesa, sin comprender del todo, hizo llamar a la hija del leñador, con la intencion de recriminarla, pero cuando se conocieron, se hicieron amigas. Todos los días e iban juntas a jugar y a nadar a un arroyo que había sido construido especialmente para la princesa por orden de su padre.
Poco tiempo después del primer encuentro, la princesa se quitó un hermoso y valioso collar, y lo colgó en la rama de un árbol muy próximo al arroyo. Al salir, olvidó llevárselo y lo dio por perdido, pero luego recapacitando, pensó que la hija del leñador se lo habría robado. Enseguida se lo contó a su padre, quien confiscó el castillo y embargó todos sus bienes; el leñador fue puesto en prisión y la hija fue internada en un orfanatorio.
Como era costumbre en ese país, después de cierto tiempo, el leñador fue sacado de su celda y llevado a una plaza pública encadenado a un poste, con un gran letrero alrededor del cuello que decía:
Esto le ocurre a los que roban a sus reyes.
Al principio, la gente se reunía a su alrededor, burlándose de él y tirándole cosas.
El leñador se sentía muy desdichado. Pero, como es común entre los hombres, pronto se acostumbraron a ver al viejo sentado junto al poste y le prestaban cada vez menos atención. A veces le tiraban restos sucios de comida y otras ni lo miraban.
Un día, escuchó decir que era jueves por la tarde. Y repentinamente recordó que pronto sería la noche de Mushkil Gusha, el disipador de todas las dificultades, y que había olvidado conmemorarlo desde hacía ya tanto tiempo. Tan pronto como tuvo este pensamiento, un hombre caritativo que pasaba, le arrojó una moneda, el leñador lo llamó y le dijo:
»Generoso amigo, me has dado dinero que para mí no es de ninguna utilidad, pues mi condena impide que pueda moverme de aquí, pero si de alguna manera tu generosidad alcanza para ir a comprar unos dátiles y sentarte conmigo a comerlos, yo te quedaría eternamente agradecido. El hombre fue y compró algunos dátiles, y, al terminar de comerlos el leñador le contó la historia de Mushkil Gusha.
»Creo que tú, debes estar loco,« le dijo el hombre generoso, Pero era una persona comprensiva y, a su vez, tenía bastantes dificultades. Se sorprendió, al regresar a su casa, y encontrar que todas sus dificultades habían desaparecido. Esto le hizo empezar a pensar más seriamente acerca de Mushkil Gusha. El hombre generoso aquí, deja nuestra historia.
A la mañana siguiente la princesa volvió al arroyo, y cuando estaba a punto de entrar en el agua, vio algo que parecía ser su collar en el fondo del arroyo. Pero en el momento en que estaba por recogerlo, estornudó, echó su cabeza hacia atrás y vio que lo que había tomado por su collar era sólo su reflejo en el agua, pues el collar estaba colgado en la misma rama donde ella lo había dejado desde hacía ya tiempo.
Tomándolo, corrió angustiada y le contó lo ocurrido al rey. Éste ordenó que el leñador fuera puesto en libertad, se le reintegraran todos sus bienes y se le pidieran públicas disculpas. La niña fue sacada del orfanatorio y en un acto festivo proclamado especialmente, la princesa, condolida por su equivocaión con la hija del leñador le hizo entrega del hermoso y valioso collar, lamentando haber perdido por él, su amistad durante tanto tiempo.
Y así todos fueron felices.

Ésta es tan solo una de las historias de Mushkil Gusha. Mushkil Gusha, es un cuento muy largo, que nunca termina. Tiene muchas versiones; algunas que ni siquiera se llaman historia de Mushkil Gusha o la gente no las conoce. Pero es por causa de Mushkil Gusha, que todas las dificultades van desapareciendo, mientras en cualquiera de sus formas, sea recordada por alguien, en algún lugar del mundo, día y noche, mientas haya gente. Así como su historia recién ha sido relatada.
¿Quiere usted repetir la historia de Mushkil Gusha los jueves por la noche y ayudar así al trabajo de Mushkil Gusha?