¿Por qué hacemos del sexo un problema?
¿Por qué hacemos del
sexo un problema?
Conocemos el sexo como una necesidad
física psicológica ineludible, y parece ser una causa básica de caos en la vida
personal de nuestra generación. ¿Cómo podemos habérnoslas con este problema?
Krishnamurti, respondió:
¿Por qué cualquier cosa que tocamos la
convertimos en un problema? Hemos hecho de Dios un problema, hemos hecho del
amor, de la relación, del vivir, un problema, y hemos hecho del sexo un
problema.
¿Por qué? ¿Por qué todo lo que hacemos
es un problema, un horror? ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué se ha convertido el sexo
en un problema?
¿Por qué nos sometemos a este vivir con
problemas? ¿Por qué no les ponemos fin?
¿Por qué no morimos para nuestros
problemas en vez de cargarlos con nosotros día tras día, año tras año?
El sexo es, ciertamente, una gestión
pertinente, pero está la pregunta primordial: «¿Por qué convertimos la
vida en un problema?»
El trabajar, el sexo, el ganar dinero,
el pensar, el sentir, el experimentar –ya saben, todo el asunto este
del vivir– ¿por qué es un problema?
¿No es, en esencia, porque siempre
pensamos desde un punto de vista particular, fijo? Siempre estamos pensando
desde un centro hacia la periferia, pero la periferia es el centro para la
mayoría de nosotros, y así, todo lo que tocamos es superficial.
Pero la vida no es superficial;
exige ser vivida completamente y, a causa de que la vivimos sólo
superficialmente, no conocemos sino la reacción superficial.
Cualquier cosa que hagamos en la
periferia debe, inevitablemente, crear un problema, y eso es nuestra vida:
vivimos en lo superficial y nos contentamos con vivir ahí con todos los
problemas de lo superficial.
Los problemas existen mientras vivimos
en lo superficial, en la periferia, siendo la periferia
del "yo" con sus sensaciones, las cuales pueden ser exteriorizadas o
permanecer en lo subjetivo, pueden identificarse con el universo, con el país o
con otra cosa compuesta por la mente.
Mientras vivamos dentro del campo de la
mente, tiene que haber complicaciones, problemas; y eso es todo lo que
conocemos. La mente es sensación, es el resultado de sensaciones y
reacciones acumuladas, y todo cuanto toca debe crear, por fuerza, desdicha,
confusión, un problema interminable.
La mente es la verdadera causa de
nuestros problemas, la mente que funciona de manera
mecánica noche y día, consciente o inconscientemente.La mente es una cosa muy
superficial, y hemos pasado generaciones y pasamos toda nuestra vida cultivando
la mente, haciéndola más y más ingeniosa, más y más sutil, astuta, deshonesta y
retorcida, lo cual resulta evidente en todas las actividades de nuestra
vida.
La propia naturaleza de nuestra mente es
ser deshonesta, retorcida, incapaz de afrontar los hechos, y eso es lo
que crea problemas; eso es, en sí mismo, el problema.
¿Qué entendemos por el problema del
sexo?
¿Es el acto, o es un pensamiento acerca
del acto? Sin duda, no es el acto.
El acto sexual no es un problema para
ustedes, no más que el comer, pero si piensan en el comer o en
alguna otra cosa durante todo el día porque no tienen otra cosa en qué pensar,
entonces eso se vuelve para ustedes un problema.
¿El problema es el acto sexual o el
pensamiento acerca del acto? ¿Por qué piensan en él?
¿Por qué lo intensifican con el
pensamiento, cosa que obviamente hacen?
Los cines, las revistas, las
narraciones, el modo como visten las mujeres, todo eso refuerza el pensamiento
del sexo.
¿Por qué la mente lo intensifica, por
qué la mente piensa en absoluto acerca del sexo?
¿Por qué?
¿Por qué se ha vuelto un problema
fundamental en nuestra vida?
Cuando hay tantas cosas que llaman, que
exigen nuestra atención, concedemos atención completa al pensamiento
sexual.
¿Qué ocurre?, ¿por qué nuestras mentes
se hallan tan ocupadas con eso?
Porque es un modo de lograr el máximo de
los escapes, ¿no es así?
Es una manera de olvidarse completamente
de uno mismo.
Todo lo demás que hacemos en la vida
acentúa el "yo", el "sí mismo".
Nuestros negocios, nuestra religión,
nuestros dioses, nuestros dirigentes, nuestras actividades políticas y
económicas, nuestros escapes corrientes, nuestras actividades sociales, nuestro
ingreso a un partido y nuestro rechazo de otro..., todo eso acentúa y
fortalece el "yo".
O sea, que hay un solo acto en el que no
se acentúa el "yo", y así ello se vuelve un problema, ¿verdad?
Cuando en la vida hay una sola cosa que
constituye una vía hacia el escape fundamental, hacia el
completo olvido de nosotros mismos, así sea por unos cuantos segundos, nos
aferramos a ella porque es el único momento en que somos felices.
Toda otra cosa que tocamos se convierte
en una pesadilla, en una fuente de sufrimiento y pena; por tanto, nos
aferramos a lo único que nos brinda completo olvido de nosotros mismos, y a eso
lo llamamos felicidad.
«Pero cuando nos aferramos a eso,
también se convierte en una pesadilla, porque entonces deseamos librarnos de
eso, no queremos ser sus esclavos»
Así que inventamos, otra vez desde la
mente, la idea de castidad, de celibato, y tratamos de ser célibes,
castos mediante la represión, todo lo cual son operaciones de la mente para
aislarse del hecho. Esto acentúa una vez más el "yo", que está
tratando de llegar a ser algo, y así nos vemos atrapados nuevamente en afanes y
dificultades, en el esfuerzo y el dolor.
El sexo se vuelve un problema
extraordinariamente difícil y complejo en tanto no comprendemos la mente que
piensa acerca del problema.
El acto sexual en sí nunca puede ser un
problema; lo que crea el problema es el pensamiento acerca del
acto. Protegemos el acto; vivimos en forma disoluta o nos complacemos
sexualmente en el matrimonio, convirtiendo de tal modo a nuestra esposa en una
prostituta, todo lo cual es aparentemente muy respetable y estamos satisfechos
de dejarlo como está.
Lo cierto es que el problema
puede resolverse sólo cuando comprendemos todo el proceso y la estructura del
"yo" y de "lo mío": mi mujer, mi hijo, mi
propiedad, mi automóvil, mi logro, mi éxito; hasta que comprendamos y
resolvamos todo eso, el sexo seguirá siendo un problema. En tanto seamos
ambiciosos política, religiosamente o en cualquier otra forma, en tanto demos
énfasis al "yo", al pensador, al experimentador, nutriéndolo de
ambición, ya sea en nombre de uno mismo como individuo o en nombre del país,
del partido o de una idea que llamamos religión, en tanto exista esta actividad
auto-expansiva, tendremos un problema sexual.
Por una parte, estamos creando,
alimentando, expandiendo nuestra propia personalidad, y por la otra, procuramos
olvidarnos de nosotros mismos, así sea por un momento.
¿Cómo pueden existir juntas ambas
cosas?
Nuestra vida es una contradicción:
énfasis en el "yo" y olvido del "yo".
El sexo no es un problema; el problema
es esta contradicción en nuestra vida.
Y la contradicción no puede ser salvada
por la mente, porque la mente misma es una contradicción.
La contradicción puede ser comprendida
sólo cuando comprendemos plenamente todo el proceso de nuestra
existencia diaria.
Ir al cine y contemplar a las mujeres en
la pantalla, leer libros que estimulan el pensamiento, revistas con sus
fotografías semidesnudas, la manera como miramos a las mujeres, las miradas
subrepticias que atrapan las nuestras...; todas estas cosas alientan a la
mente, por medios tortuosos, a poner el acento en el "yo"; y al mismo
tiempo tratamos de ser buenos, afectuosos, tiernos.
Ambas cosas no pueden marchar
juntas.
El hombre que es ambicioso en lo
espiritual o de otro modo, jamás puede estar sin un problema, porque
los problemas cesan sólo cuando olvidamos el "yo", cuando el
"yo" no existe, y ese estado de la no existencia del "yo"
no es un acto de la voluntad, no es una mera reacción.
El sexo se vuelve una reacción; cuando la
mente trata de resolver el problema, sólo logra hacerlo más confuso, más
dificultoso, más aflictivo. El acto no es el problema; el problema es la mente;
la mente que dice que debe ser casta. La castidad no es de la mente.
La mente sólo puede reprimir sus propias
actividades, y la represión no es castidad. La castidad no es una
virtud; la castidad no puede ser cultivada.
El hombre que cultiva la humildad no es,
ciertamente, humilde; podrá llamar humildad a su orgullo, pero es un hombre
orgulloso y, por eso, busca volverse humilde.
El orgullo jamás puede llegar a ser
humilde, y la castidad no es cosa de la mente; uno no puede hacerse
casto.
Conocerá la castidad sólo cuando haya
amor, y el amor no pertenece a la mente.
Así pues, el problema del sexo
que tortura a tantas personas en todo el mundo no podrá ser resuelto hasta que
la mente sea comprendida.
...
Entonces el sexo ya no es más un
problema; tiene su lugar apropiado; no es ni una cosa impura ni una cosa pura.
El sexo tiene su lugar, pero cuando la
mente le da el lugar predominante, el sexo se convierte en un problema.
La mente le da un lugar predominante
porque no puede vivir sin algo de felicidad, y así es como el sexo llega a ser
un problema.
Cuando la mente comprende la totalidad
de su proceso y, de este modo, le pone fin, cesa el pensamiento; entonces hay
creación, y esa creación es lo que nos hace felices.
Es una dicha hallarse en ese estado de
creación, porque es el olvido de uno mismo, y en él no hay reacción
alguna como las que provienen del "yo".
Esto no es una respuesta abstracta al
problema cotidiano del sexo; es la única respuesta.
La mente desconoce el amor, y sin amor
no hay castidad; debido a que no hay amor, hacen ustedes del sexo un problema.
Jiddu Krishnamurti
Del libro: La Libertad Primera y Última
ESTRATEGIAS MANIPULADORAS
¿Qué sientes al pasar por ese teatro llamado “Control
de Seguridad” del
aeropuerto?
¿Te sientes “ciudadano ejemplar” que asume y
no cuestiona?
¿Piensas que el paripé que se organiza es
realmente para disuadir a terroristas de Al Kaeda?
Celebremos
lo seguros que se sienten los viajeros con el numerito que se monta el control
de seguridad, como por ejemplo en el aeropuerto internacional de Barajas. ¡Québien!
¡Lo seguro que es viajar ahora! decían el otro día
Don Venancio y Doña Paca, tal vez tras recordar lo que nos cuenta la TV acerca
de lo mal que está el mundo por ahí fuera.
Hay
que ver lo dóciles y mansas que resultan las gentes haciendo cola para quitarse
el cinturón, tirar un frasco de perfume a la basura, o paralizar la fila porque
en el fondo del bolso brilla un peine metálico, es decir un arma arrojadiza al
más puro estilo ninja. Pero Doña Paca suspira, en realidad todo ese cansino
ritual dice, “es por nuestro bien”. Por nuestro bien nos hacen descalzarnos y
caminar sujetándonos los pantalones. ¡No vaya a
ser
que los tacones escondan un arma sofisticada!
¡Qué
feliz es el mundo con estos aparatos de seguridad de vanguardia! ¡Ni un sillón
de dentista de la calle Serrano posee tanta tecnología como la que protege al
dócil viajero en el Aeropuerto de Barajas! Y sucede que cuando estamos en la
cola vaciándonos los bolsillos de monedas, móviles y gafas, solo se nos ocurre
decir: “Gracias”. Gracias al aparato que nos tira, mecheros y tijeras para
salvar tantas vidas humanas.
Afortunadamente
Doña Paca y Don Venancio viven tranquilos porque no suelen dejarse caer por los
butacones de Primera. Sin embargo sucedió un día que la doña en pleno vuelo,
buscando los servicios con cierta urgencia, traspasó la cortina fronteriza y
puso un pie en Primera… ¡Horror!, cundió la alarma… ¿qué sucedió ante tan
amenazante entrada? Muy simple, sucedió que una milicia de aeromozos
uniformados flanquearon
su
entrada con cara indignada. ¡Qué bonito fue ver como estos chicos guapos
cumplieron
su papel, todos a una, como legionarios en disciplinada guardia! Sin
embargo,
y eso es lo terrible… nadie pudo evitar que Doña Paca viese algo que su retina ya
nunca olvidaría… Doña Paca vio como los viajeros tras la cortina… comían una gruesa
carne roja cortada con cuchillo puntiagudo, cuchillo de moderno acero y sierra bien
afilada, cuchillo cuya hoja brillante emitía destellos que reflejaban el sol de
la tarde que por las ventanillas entraba
Por
lo que más tarde Don Venancio pudo averiguar, se trata de un secreto set de cubiertos
metálicos que junto con platos de nombre francés, habitan en ese lugar neutral llamado
“Primera”, lugar esotérico en el que no hay plásticos, ni paranoicos ni terroristas.
Se trata de un set de cuchillo, cuchara y tenedor de tres púas, púas capaces de
atravesar el confit de pato,
muslito de la misma dureza que el de cualquier inocente azafata.
No
seamos malpensados. Nadie tiene por qué enterarse de que en ese extraño lugar
de Primera se reparten cuchillos de hoja afilada. Tampoco se trata de decirles
a las masas que en las tiendas que se hallan tras ese rito de los Rayos X, rito
orquestado por seres que al menor pitido te palpan, entran cada día cientos de
cajones precintados llenos de artículos y varillas metálicas en el armazón de
las nuevas maletas a la venta... Menos mal que los trabajadores del aeropuerto
ni siquiera colarían un “cortaúñas”, para subastar al mejor postor de Al Kaeda.
¿Cómo
explicar semejante novela? Veamos que dice Avram Noam Chomsky al señalar las
estrategias de manipulación mediática de su libro “Armas silenciosas para
guerras tranquilas”: 1 La estrategia de la distracción,
es decir desviar la atención del público inundándolo de continuas distracciones
e insignificantes noticias. 2 El crear problemas
y después ofrecer soluciones como por
ejemplo, crear inseguridad ciudadana para que el público pida medidas que
restrinjan la libertad de las personas. 3 El mantener
al público
en
la ignorancia y la mediocridad haciendo que éste sea
incapaz de comprender las tecnologías que lo controlan y esclavizan. 4 El
estimular la moda de ser estúpido y vulgar,
bien sea idealizando a en programas de TV a personas que se
muestran como mediocres y bobas. 5 El reforzar la
culpabilidad de hacer creer al individuo que solo él
es el culpable de su desgracia, una forma de
reforzar así la insuficiencia de su inteligencia, haciendo que éste se auto
invalide y se inhiba. 6 El dirigirse al público
como
criaturas de poca edad, desprovistas de sentido crítico, utilizando
discursos y tonos infantilizadores que sugestionan e influyen en el nivel de
las respuestas.
Grandes
armas de un Sistema que vela por su perpetuidad, manipulando el refuerzo de miedo,
un miedo que mantiene el adormecimiento y la ignorancia. Afortunadamente, cada
día hay más personas que invierten en consciencia, seres que cultivan un darse cuenta
que se expande imparable, un darse cuenta nacido del ser profundo que disuelve temores
difusos, al tiempo que aporta discernimiento y confianza. Honremos a quienes están
despertando y se sienten interesados en la travesía de la niebla. Honremos ese
crecer
integral que erradica el miedo y clama por una vida que investiga, contempla y ama.
Comencemos
por crecer silenciosamente y a solas.
Tal
vez, de uno en uno, la masa crítica de despiertos expandirá imparable la consciencia.
Jose
María Doria . Observando.Ediciones Mandala.
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